jueves, 22 de enero de 2015

Propósitos


Hacer una lista de propósitos se ha vuelto prácticamente en un ritual. Tal es su popularidad que hace acto de presencia en todas las redes sociales existentes, desde Blogger hasta Youtube. Millones de personas se motivan a crear su propia lista con la esperanza de hacer este 2015 un mejor año, con la esperanza de imponer nuevas costumbres o reforzar las antiguas, para traer el orden a calmar el caos, o simplemente para agregar un poco de acción a la vida.
Jamás he realizado mi propia lista, quizá por miedo a no cumplir ni un tercio de los objetivos o por pereza, anda tú a saber. Pero este año (lo poco y nada que va) está siendo de maravilla, se podría decir que «estoy en una montaña rusa que no hace más que subir» y llegó el momento de ponerme unas cuantas metas, unas que no sean demasiado estrictas o demandantes, metas realistas, alcanzables.
Aquí vamos.

  1. Aprobar la mayor cantidad de ramos posibles.
  2. Leer menos literatura americana.
  3. Crear mi propio álbum de fotografías.
  4. Socializar más con personas de mi edad.
  5. Reinventar mi guardarropas.

Como verán son pocas, aunque seguramente agregaré unas cuantas más con el tiempo, siempre manteniendo la sencillez en el horizonte, después de todo no debemos ponernos muy utópicos y engañarnos. 
Y ustedes, ¿hicieron una lista? ¿Cuáles son sus metas para este 2015?

lunes, 19 de enero de 2015

¡Bienvenida, universitaria!

Lunes, 12 de enero. 2015.

Crecemos preparándonos psicológicamente para llegar a la cumbre de la juventud, donde por orden social, se nos impone dar cara a la Universidad. Llegado el momento aseguramos con convicción estar listos para enfrentar el futuro, ¡pero cuan equivocados estamos! Por qué como dicen por allí: «en la cancha se miden los gallos», y cuando entramos a la cancha nos entra el miedo hasta por las orejas; que no dramatizo.

Mi primera interacción con la Facultad de medicina fue todo menos glamorosa. Para comenzar tropecé al bajar del auto, después derramé mi baso de agua en la recepción donde varios estudiantes esperaban para matricularse, pero sin duda la perdida del recibo de pago de matricula se llevó el galardón de oro. Oh, mamá echaba espuma por la boca mientras le gritaba a quién se atreviera a contradecir su historia de «en ningún momento la recepcionista me devolvió el jodido comprobante»

Pero volvamos al comienzo, ese donde recién voy llegando a la Universidad, ese donde un sendero de álamos conducía hacia el interior del recinto, dando la bienvenida a los futuros estudiantes. 

(…) Por la ventanilla del auto lo veía todo: la aglomeración de personas en el puesto de informaciones, la imponente carpa izada al costado izquierdo de la entrada, el paradero de micros, el Nahmías, edificio donde el año anterior había echo el pre-universitario. Incluso divisaba a la Facultad de ciencias económicas y administrarías, o FACEA abreviado.

Aunque nada, y me aseguro de acentuar el «nada», se asemejaba en resplandor a la Facultad de medicina donde dos edificaciones formaban un semicuadrado, con más de cinco pisos cada uno y quien sabe cuantos subterráneos. Mentiría si dijese que mis piernas no flaquearon cuando entré, o cuando me di cuenta que había ascensores. ¿¡Ascensores!? ¡Pero que flipante! Era de esperarse que también tuviera su propia cafetería con vista al Jardín botánico. ¿Acaso no mencioné que la Universidad tenía su propio jardín, fundado por el primer rector? ¿No? Creí haberlo echo.


Continuará...

 

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